
Con los aranceles del 25% al acero y aluminio que entraron en vigor este miércoles 12 de marzo, las miradas en América Latina se vuelcan hacia Brasil, el segundo mayor exportador de acero a Estados Unidos en donde su industria se vería altamente golpeada y mientras internamente hay temores de una desaceleración económica.
La estrategia proteccionista de Trump, esta vez, además de afectar a sus vecinos del norte y a su rival comercial chino, golpea especialmente a Brasil, la potencia financiera de Latinoamérica que tiene una relación comercial especial con Estados Unidos, cuando de metales se trata.
Brasil fue el segundo mayor proveedor de acero a EE. UU. en 2024, con ventas de 5.700 millones de dólares para más de 4,1 millones de toneladas de acero.
Los datos lo ponen solo detrás de Canadá, pero por encima del mayor socio comercial de Estados Unidos, México. También lo consagran como el único suramericano en la tabla de los diez países que más venden acero a los estadounidenses.
Sin embargo, esta posición podría estar en peligro luego de que entraran en vigor los aranceles al acero y aluminio extranjero que entra en Estados Unidos, y que se suma a casi tres años de declive en las ventas que hace Brasil al país del norte.
El año pasado estas cayeron un 17% y, según la Cámara de Comercio Americana para Brasil (Amcham Brasil), podrían llegar impactos más contundentes a otros sectores de la cadena del acero y el aluminio, incluyendo los USD 1.400 millones en importaciones brasileñas de carbón de acero estadounidense de 2024, que podrían verse diezmados.
Pese a este escenario, el Gobierno brasileño no ha considerado aranceles recíprocos para Estados Unidos, según lo anunciado por el ministerio de Hacienda. En cambio, su enfoque financiero está en la búsqueda de ahogar la inflación para llevarla al objetivo del Banco Central del 3% y tener un control sano con las tasas de interés, que han superado los dos dígitos, han desincentivado el consumo de los ciudadanos y comprometen el avance de su PIB.
«Nosotros no vamos a proceder así por orientación del presidente”, declaró Fernando Haddad, encargado de la cartera financiera.
“El presidente Lula nos pidió mucha calma en este momento. Ya hemos negociado en otras ocasiones en condiciones incluso mucho más desfavorables que ésta”, agregó.
Entretanto, como han anticipado analistas, las tarifas impuestas por Trump están generando impactos negativos en la propia economía estadounidense y, según ‘Bloomberg’, incluso antes de la entrada en vigor del arancel, las fábricas en EE. UU. estaban pagando más por insumos de aluminio y cobre en comparación con sus competidores europeos y asiáticos.
Los analistas estiman que este aumento en los costos de producción está “debilitando la confianza de las empresas” y contribuyendo a la inflación.
El lunes 10 de marzo, el precio del aluminio en EE. UU. era un 23% más alto que en Europa, mientras que el acero alcanzaba un sobrecosto del 40%.
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Por su parte, Trump argumenta que estos aranceles buscan cerrar brechas en las exenciones existentes y frenar prácticas comerciales desleales mientras intenta equilibrar el déficit comercial que tienen muchos países con Estados Unidos.
Además, los justifica como una estrategia para fortalecer la industria local a largo plazo, particularmente en sectores clave como el automotriz y el de la construcción.