La proximidad de los JJOO en Francia es una oportunidad para dar alas a los movimientos sociales, que aprovechan para hacer escuchar sus reivindicaciones ante un Gobierno deseoso de organizar con éxito el evento.
La policía fue la primera en beneficiarse del efecto Juegos Olímpicos. Les bastó una manifestación en enero para obtener la promesa de una prima de 1.900 euros para todos aquellos que aplazaran sus vacaciones durante el periodo olímpico. Más recientemente, los sindicatos de la empresa nacional de ferrocarriles, SNCF, utilizaron hábilmente la amenaza de huelga para reformular la reforma de las pensiones en beneficio de los ferroviarios. Lo mismo ocurre con los controladores aéreos. Un simple preaviso de huelga les ha valido aumentos salariales sustanciales de hasta 1.000 euros al mes.
Huelgas: el pavor de las autoridades francesas
Después de la amenaza de atentados terroristas, la amenaza de huelgas es sin duda una de las peores pesadillas para los organizadores de los Juegos de París. La idea de ver la capital bloqueada por hordas de trabajadores enfurecidos es fuente de temor en los pasillos del poder. Los sindicatos lo saben muy bien. Por eso se movilizan. La derecha y los economistas liberales gritan chantaje y denuncian las desviaciones presupuestarias provocadas por estos acuerdos firmados a toda prisa. El Ministro de Economía, Bruno Le Maire, rápido en recortar gastos, se niega a hacer comentarios.
Una constante en los grandes acontecimientos deportivos
En vísperas del Mundial de Fútbol de 1998, los pilotos de Air France, los ferroviarios, los empleados de la RATP y los de Gaz de France (empresa de gas) se declararon dispuestos a aguar la gran fiesta del fútbol. Se llegó a un acuerdo en el último minuto. La historia se repitió en 2023 para la Copa del Mundo de Rugby, donde las reivindicaciones florecieron en las provincias, en las ciudades que acogían los partidos. Cada vez se impone la misma lógica: los asalariados que tienen una ventaja pretenden aprovecharla. Estos movimientos afectan sobre todo a los servicios públicos vitales para el buen desarrollo de las competiciones. Los agentes privados también pueden aprovechar la ocasión. En Marsella, el sindicato del taxi y los sindicatos que representan a los agricultores no han descartado manifestaciones durante los Juegos.
Los sindicatos, divididos ante el arma olímpica
De hecho, el sindicato Force Ouvrière y después la CGT presentaron un preaviso de huelga en la función pública que abarcaba todo el verano. Sin embargo, ni los gremios Unsa ni la CFDT siguieron su ejemplo. Marylise Léon, responsable de la CFDT, el sindicato reformista, afirma que su organización no tiene “ningún deseo de estropear este momento festivo”. En realidad, incluso los dirigentes más decididos saben jugar limpio. En 2016, la Eurocopa se vio amenazada por la protesta contra la ley El Khomry, que modificaba radicalmente la legislación laboral. El entonces secretario general de la CGT, Philippe Martinez, rebajó la presión, porque el sindicato, dijo, “quería que esta fiesta verdaderamente popular siguiera adelante”.